dijous, 1 de març del 2018

Març:Dona i mare

Marzo, por antonomasia el mes dedicado a las mujeres.
Desde hace más de un siglo, el día 8 de este mes, celebramos, o mejor dicho reivindicamos, la “igualdad” con los hombres.

La palabra “igualdad” fue acogida y repetida como un mantra de salvación, fue gritada, fue  utilizada como escudo y las mujeres de hoy le debemos mucho a todas nuestras predecesoras, que lucharon en nombre de la una sociedad más igualitaria y justa con el género femenino.

Personalmente, nunca he encajado con la palabra “igualdad”… me siento diferente que un hombre en muchos aspectos. Mi cuerpo de mujer, mi sentidos de mujer, mi cerebro de mujer, me enorgullecen…me enorgullece ser y sentirme diferente a los hombres y no lo digo desde el menosprecio, sino desde la alegría de ser diferente y desde la convicción que ser diferente es bueno, necesario y enriquecedor. 

Nuestro cuerpo, a simple vista distinto del cuerpo de un hombre, esconde muchas más diferencias. Nuestro cerebro y nuestro sistema endocrino no son iguales, nuestros sentidos varían según la fase de ciclo menstrual y reproductivo en la que estamos, todo esto y mucho más casi nunca se contempla.

Es cierto, no puedo negarlo, a lo largo de estas últimas décadas, las mujeres hemos avanzado bastante, obteniendo más libertades y reconocimientos, pero mi reflexión es ¿a cambio de qué? ¿Somos realmente libres o es una pseudolibertad la que vivimos?¿la igualdad de género nos libera o nos encasilla más?¿Caímos en estereotipos modernos del género femenino?

Hay mucho por hacer y transformar aún. Gracias a la lucha de pocas, salimos del rol puramente doméstico. Desde entonces nos adentramos en la “selva de la sociedad patriarcal” y ahí (aquí) nos tuvimos que conformar, adaptar y anestesiar en muchos aspectos para poder sobrevivir. 
Por puro espíritu de supervivencia nos cargamos, en buena parte, nuestra esencia femenina, vendiendo o silenciando nuestros dones y habilidades femeninas, dejándolos a la merced de otros… nos convertimos, sin darnos cuenta, en enemigas de algunos aspectos importantes de nuestra feminidad.  

A mi entender, la palabra “igualdad” fue enormemente tergiversada y en ciertas ocasiones utilizada por el patriarcado para inmovilizarnos y en esto, quizás, las mujeres también tenemos un poquito de responsabilidad…me refiero a que hemos aceptado adoptar hábitos y modelos puramente masculinos, los cuales nos han hecho desconectar de nuestro cuerpo, nos han hecho silenciar nuestra ciclicidad, nos han hecho anular ciertas características típicamente femeninas a cambio de ser “productivas” igual que los hombres. 

Y ¿qué pasa con el ser reproductivas? nuestro sistema reproductor es capaz de acoger, gestar, parir, nutrir un nuevo ser humano ¿os parece poco? 
Esta función por suerte sigue siendo exclusivamente nuestra, a cambio pero hemos de pagar un precio muy elevado: seguir siendo productivas… menuda trampa…

Muchas madres se encuentran bajo una enorme presión laboral/social. Esto genera a menudo un extremo malestar interno en las mujeres que no quieren trabajar durante el embarazo o quieren quedar-se con sus criaturas más tiempo de lo que por ley se establece.

Toda mujer que quiera cumplir con sus instintos biológicos tendría que ser alabada, apoyada.

Yo lucho a favor de un feminismo que vuelva a poner a las madres al centro, porqué las madres somos, siempre hemos sido y seremos uno de los agentes de cambio para una sociedad mejor, porque no gestamos sólo cuerpos, gestamos también almas y sensibilidad.


No sólo tengo la convicción sino argumentos, para creer que las madres somos promotoras e impulsoras de una sociedad ideal donde el AMOR finalmente se generará por pura fuerza de inercia.