diumenge, 24 de desembre del 2017

Navidad: mi versión


El olor de la paja, la luz de alguna vela, un asno, un buey, el “coc coc” de las gallinas medio dormidas, el respirar veloz de los conejos espantadizos y algunos cabritos mamando.
Afuera hace frio, pero ahí dentro se está bien. No se oye nada al exterior. Ya es noche.
El firmamento parece estar a la espera de algo, mirando desde arriba a la pequeña Tierra.
La noche no es tan negra, en el cielo hay una luz inusual, una de estas luces que aparecen muy raras veces. Con su estático movimiento tal luz llamó a reunirse los más sabios desde todos los rincones de la tierra, anunciando silenciosamente que algo mágico iba a pasar.
Los animales, espectadores nada indiscretos, asistirán sin saberlo a unos de los eventos más narrados y celebrados de la historia. Fueron ellos los acompañantes elegidos de Maria en la noche que dió a luz.
No había nadie con ella cuando todo pasó, pues su marido había ido a buscar una partera.
Ella sin embargo no se sentía sola.
Sentía estallar dentro suyo, la fortaleza de todas las mujeres que habían parido antes de ella.
Sabia que el cielo la ayudaba y que la tierra la sostenía.
Su instinto y confianza apagaron el miedo y pronto las hormonas se apoderaron de ella, guiándola en este baile a dos donde su pequeña criatura colaboraba como parte activa.
En esa solitud se sentía protegida, lejos de ojos indiscretos, lejos de practicas y costumbres con las que ella no se sentía cómoda.
Ya había visto parir, sabía que se podía, nunca dudó, la naturaleza se lo había mostrado.
Las contracciones eran cada vez más intensas y alternaba al sueño una vigilia de trance.
La paja resultaba muy blanda y cómoda para estirarse de costado cuando así lo necesitaba. A veces caminaba descalza sintiendo la energía de la madre tierra y cuando el dolor era más fuerte dejaba que saliera de ella, enviándolo al cielo en forma de canto y sonidos.
El momento de encontrar a su bebé se acercaba, ella lo sabía. Respiraba y se conectaba cada vez más.
Las olas que cabalgaba eran cada vez mas altas y en este punto, cuando ya el cansancio se manifestó, no le quedó otra que rendirse y dejarse llevar en las profundidades, ese imprescindible lugar donde tocar el fondo es sinónimo de coger impulso para volver a la superficie otra vez.
Aguas calientes brotaron de ella, puso sus manos entre sus piernas y notó asomarse la cabecita de su bebé.
En ese instante esa pequeña personita recibió de su madre su primera caricia y supo que en el mundo de allí fuera había amor y ese amor le impregnó el alma.
Las ganas de empujar que tenía Maria parecían pertenecer al mismísimo Diós, el corazón le latía muy fuerte, tenía calor, pero su cuerpo temblaba, se desnudó por completo, dejó la postura de cuatro patas y se puso de cuclillas, apretó una vez más y acogió su pequeño poniéndolo entre sus pechos.
Al cabo de poco, mientras la madre y su hijo se olían, miraban y enamoraban, el cuerpo de Maria siguió sin molestias haciendo su proceso, mientras que el cuerpo de Jesús se iba adaptando a los cambios, sin prisa, en contacto con su mamá, su mundo, su hábitat.
El cordón dejó de latir, la placenta ya había cumplido con su misión y ya podía abandonar suavemente el cuerpo de Maria.
Maria lloraba y reía a la vez, miraba fijamente a su hijo, tan frágil y poderoso.
Estaba algo dolorida, su barriga ya estaba vacía y se le hacia algo extraño, pero nunca se había sentido tan llena.
El establo olía a parto y la oxitocina ya había contagiado todos los mamíferos presentes, la sensación de paz y amor inundaba todo.
Cuando su esposo José regresó, el milagro ya había pasado y la partera se encargó de cuidar a Maria limpiándola y ofreciéndole algo nutritivo y ligero para que estuviera bien alimentada. Mientrastanto el pequeño ya mamava vigorosamente.
Los pastores del pequeño pueblo de Belén se enteraron de que una mamá había dado a luz y aunque fueran pobres, entre todos, compartiendo lo que tenían cuidaron de esa joven familia de forasteros. Y fue entonces cuando ese pequeño bebé de nombre Jesús experimentó la solidaridad, el compartir, la fraternidad, la bondad, la compasión, el respeto por las mamás y los recién nacidos, el respeto por la vida y eso se le quedó grabado en un lugar muy profundo de su alma.  
Cuantas cosas se pueden aprender nada más nacer…
Imagen:Parto Natural obra de Paco Arasa

dimarts, 12 de desembre del 2017

Nodrir les mares



Les mares són eines de transformació social...tots volem un món amb més pau, respecte, germanor, doncs comencem a alimentar tots aquests valors des d'allà on tot começa: el ventre matern.

Llegiu aquest article meu publicat a la pàgina web de Moment Gestalt de Martorell.

https://www.momentgestalt.com/marina-rinaldi-doula/