El olor de la
paja, la luz de alguna vela, un asno, un buey, el “coc coc” de las gallinas
medio dormidas, el respirar veloz de los conejos espantadizos y algunos
cabritos mamando.
Afuera hace
frio, pero ahí dentro se está bien. No se oye nada al exterior. Ya es noche.
El firmamento
parece estar a la espera de algo, mirando desde arriba a la pequeña Tierra.
La noche no es
tan negra, en el cielo hay una luz inusual, una de estas luces que aparecen muy
raras veces. Con su estático movimiento tal luz llamó a reunirse los más sabios
desde todos los rincones de la tierra, anunciando silenciosamente que algo mágico
iba a pasar.
Los animales,
espectadores nada indiscretos, asistirán sin saberlo a unos de los eventos más narrados
y celebrados de la historia. Fueron ellos los acompañantes elegidos de Maria en
la noche que dió a luz.
No había nadie
con ella cuando todo pasó, pues su marido había ido a buscar una partera.
Ella sin embargo
no se sentía sola.
Sentía estallar
dentro suyo, la fortaleza de todas las mujeres que habían parido antes de ella.
Sabia que el
cielo la ayudaba y que la tierra la sostenía.
Su instinto y
confianza apagaron el miedo y pronto las hormonas se apoderaron de ella, guiándola
en este baile a dos donde su pequeña criatura colaboraba como parte activa.
En esa solitud
se sentía protegida, lejos de ojos indiscretos, lejos de practicas y costumbres con
las que ella no se sentía cómoda.
Ya había visto
parir, sabía que se podía, nunca dudó, la naturaleza se lo había mostrado.
Las
contracciones eran cada vez más intensas y alternaba al sueño una vigilia de
trance.
La paja
resultaba muy blanda y cómoda para estirarse de costado cuando así lo
necesitaba. A veces caminaba descalza sintiendo la energía de la madre tierra y
cuando el dolor era más fuerte dejaba que saliera de ella, enviándolo al cielo
en forma de canto y sonidos.
El momento de
encontrar a su bebé se acercaba, ella lo sabía. Respiraba y se conectaba cada
vez más.
Las olas que
cabalgaba eran cada vez mas altas y en este punto, cuando ya el cansancio se
manifestó, no le quedó otra que rendirse y dejarse llevar en las profundidades,
ese imprescindible lugar donde tocar el fondo es sinónimo de coger impulso para
volver a la superficie otra vez.
Aguas calientes
brotaron de ella, puso sus manos entre sus piernas y notó asomarse la cabecita
de su bebé.
En ese
instante esa pequeña personita recibió de su madre su primera caricia y supo
que en el mundo de allí fuera había amor y ese amor le impregnó el alma.
Las ganas de
empujar que tenía Maria parecían pertenecer al mismísimo Diós, el corazón le latía
muy fuerte, tenía calor, pero su cuerpo temblaba, se desnudó por completo, dejó
la postura de cuatro patas y se puso de cuclillas, apretó una vez más y acogió
su pequeño poniéndolo entre sus pechos.
Al cabo de poco,
mientras la madre y su hijo se olían, miraban y enamoraban, el cuerpo de Maria siguió
sin molestias haciendo su proceso, mientras que el cuerpo de Jesús se iba
adaptando a los cambios, sin prisa, en contacto con su mamá, su mundo, su hábitat.
El cordón dejó
de latir, la placenta ya había cumplido con su misión y ya podía abandonar
suavemente el cuerpo de Maria.
Maria lloraba
y reía a la vez, miraba fijamente a su hijo, tan frágil y poderoso.
Estaba algo dolorida,
su barriga ya estaba vacía y se le hacia algo extraño, pero nunca se había sentido
tan llena.
El establo olía
a parto y la oxitocina ya había contagiado todos los mamíferos presentes, la
sensación de paz y amor inundaba todo.
Cuando su esposo
José regresó, el milagro ya había pasado y la partera se encargó de cuidar a
Maria limpiándola y ofreciéndole algo nutritivo y ligero para que estuviera bien
alimentada. Mientrastanto el pequeño ya mamava vigorosamente.
Los pastores
del pequeño pueblo de Belén se enteraron de que una mamá había dado a luz y
aunque fueran pobres, entre todos, compartiendo lo que tenían cuidaron de esa joven
familia de forasteros. Y fue entonces cuando ese pequeño bebé de nombre Jesús
experimentó la solidaridad, el compartir, la fraternidad, la bondad, la compasión,
el respeto por las mamás y los recién nacidos, el respeto por la vida y eso se le quedó grabado en un lugar muy profundo de su alma.
Cuantas cosas
se pueden aprender nada más nacer…